LA CASA DE LOS AZULEJOS.
Cuenta una leyenda del siglo XVI, que un día entraron al Callejón de la Condesa (a un costado de la Casa de los Azulejos) dos nobles hidalgos, encontrándose cara a cara, frente a frente (como diría Juanga) sin que ninguno cediese el paso al otro (tan estrecho era el callejón o tan anchos los señores) alegando que la nobleza de su linaje se vería en menoscabo (que bonita palabra) si cualquiera de los dos retrocedía, que si el abolengo, que la hidalguía, que el pedigree, que la tiznada... permaneciendo allí tres días con sus noches y en sus coches, no importando el tiempo ni la necesidad, hasta que el virrey ordenó que los dos retrocedieran al mismo tiempo, uno hacia la calle de San Andrés (hoy Tacuba), dónde estuvo la capilla que derribó la picota liberal por que ahí velaron a Maximiliano de Habsburgo (nótese el despliegue de erudición que raya en la soberbia) y el otro por San Francisco (calle de Madero desde 1914), ninguno por Cinco de Mayo pues que esa calle aún no existía... salieron pues, al mismo tiempo demostrando que no por ser noble de linaje, se es también de claro y ágil pensamiento.
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